En 1829, Cyrill Demian patentó en Viena un prototipo de instrumento conocido como «accordion», precursor del actual acordeón diatónico. Este instrumento, mencionado por primera vez en Bizkaia en 1889, en un texto del historiador Juan Carlos Guerra que se refiere a él como un «novísimo acordeón», se destacó por su sencillez, comodidad y bajo mantenimiento, lo que lo convirtió rápidamente en un favorito entre las clases humildes y los músicos autodidactas. Su popularización en la música tradicional fue casi inmediata.
Según algunos estudiosos, el hecho de que los primeros trikitilaris conocidos fueran vizcaínos, y que la primera tienda de trikitixas —Zengotita, ubicada en la calle Tendería de Bilbao— también fabricara estos instrumentos, refuerza la idea de que el acordeón diatónico se expandió en Euskadi a partir de Bizkaia.
Otra teoría importante sostiene que el instrumento fue introducido en el país por trabajadores piamonteses entre 1850 y 1860. Estos trabajadores, con experiencia en la construcción de túneles en los Alpes, aportaron sus conocimientos al tramo del ferrocarril Beasain-Altsasua, y con ellos trajeron el acordeón diatónico.
A la luz de estos datos, se podría resumir la historia de la trikitixa afirmando que hubo un temprano florecimiento en Bizkaia, casi erradicado por la Guerra Civil de 1936. Posteriormente, en Gipuzkoa, la recuperación definitiva del instrumento se inició con la figura de Elgeta, de cuyo magisterio se nutrieron las grandes figuras del género.
En Bizkaia, la trikitixa no resurgió hasta el renacimiento cultural que siguió a la muerte de Franco, cuando trikitilaris como Rufino Arrola, Fasio Arandia y la pandero-jotzaile Maurizia Aldeiturriaga regresaron a la escena. Rufino Arrola tenía 58 años y Fasio 62 cuando retomaron el soinu txikia, y a pesar de su edad, desplegaron una actividad inusitada.
Primer disco de Trikitixa
El pionero en grabar un disco de trikitixa en Bizkaia fue Serafín Aranzeta, conocido como «el caminero de Iurreta». Según relataba el propio trikitilari, en 1926, mientras trabajaba en la cuneta de una carretera, llegó un coche desde el cual le comunicaron que querían grabar un disco. Sin tiempo ni siquiera para asearse o cambiarse de ropa, dejó la carretilla y el azadón en la cuneta, llamó a su hermana para que lo acompañara con el pandero, y juntos se dirigieron al Coliseo Albia, donde grabaron las piezas en tiempo récord. La discográfica era La Voz de su Amo.
El fuelle del infierno
La rápida expansión de la trikitixa durante la primera década del siglo XX contrastó con la cruzada en su contra promovida desde los púlpitos. Según los sermones, con la bebida y el baile, los jóvenes se liberaban de los prejuicios, y las mujeres «se echaban en brazos de los hombres». Por esta razón, el acordeón diatónico acumuló varias denominaciones peyorativas en la época, como Infernuko Hauspoa (el fuelle del infierno) y Txerren Hauspoa (el fuelle del cerdo), entre otras.
Maurizia Aldeiturriaga contaba que cada vez que su marido, el trikitilari Benantzio Bernaola «Karakol», confesaba haber tocado algún pasodoble, el cura lo amenazaba con negarle la absolución.