La pandereta o pandero, de origen desconocido, es un instrumento de gran antigüedad y universalidad, con presencia documentada en civilizaciones como Mesopotamia, Egipto, India, Grecia y la antigua Roma. Según los estudiosos, llegó a Europa en el siglo XIII, probablemente traída por los cruzados desde Oriente Medio. A partir de entonces, los músicos medievales la adoptaron como una variante del “tambor”, consolidándola como un instrumento popular.
El término “pandereta” es relativamente moderno, ya que en el siglo XVII se utilizaba el nombre “adufe” o “adrufe”, de origen árabe. En algunos lugares del extranjero, se la conoce como “tambour de basque”, lo que evidencia la importancia del instrumento en el País Vasco. Tal es así que, según un estudio realizado por la escuela de música de Nerin, en ciertos pueblos de Galicia se observó una manera particular de tocar la pandereta “a lo vasco”.
Las primeras referencias en nuestro país, tal como recoge el Padre Donostia en 1952, se remontan al siglo XVI. Se cuenta que cuando Carlos IX visitó San Juan de Luz, se entretenía observando a jóvenes bailar con un tamiz-cedazo con cencerros, utilizado a modo de “tamborcillo”. Desde entonces, la pandereta ha estado presente en numerosas ocasiones y en distintos formatos.
El panderetero, quien toca la pandereta, solía acompañar a otro instrumento, generalmente la alboka o la trikitixa. Este dúo es lo que, siendo semánticamente precisos, se denomina «trikitixa», aunque comúnmente se refiere solo al acordeón diatónico. Se dice que el nombre «trikitixa» proviene del sonido que emiten las tinajas del pandero al ser tocadas (triki-triki-triki). En otras ocasiones, el panderetero actuaba solo, marcando el ritmo de las coplas que cantaba, ya fueran improvisadas o no.
Durante el siglo XX, la presencia de mujeres pandereteras fue habitual y mayoritaria. Figuras como Maurizia Aldeiturriaga, Ageda Goikoetxea, Kastora Irigoien, Romualda Zuloaga, Juanita Gorroño, Felisa Arribalzaga y Andresa Ibarrondo abrieron un camino encomiable en una época en la que su labor quedaba relegada a un segundo plano en una sociedad dominada por los hombres. De hecho, en 1926, Antonia Aranceta fue la protagonista de la primera grabación de pandero en un disco, acompañando a su hermano Serafin Aranceta “Oromiño”, acordeonista de Iurreta.
No obstante, tampoco debemos olvidar a grandes pandereteros como Eusebio Roura “Eusebito”, Silvestre Elezkano “Txilibrin”, Balbino Ojanguren o Patxi Bilbao, quienes, además de la trikitixa, alboka o dulzaina, también tocaban el pandero.
Finalmente, es importante destacar los campeonatos de pandereteros, donde los participantes demostraban su habilidad con la pandereta y sus dotes para cantar coplas de jotas y porrusaldas. El humor y la picardía en las coplas eran una constante, algunas de ellas siendo hoy en día inadmisibles desde el punto de vista de la igualdad de género; ejemplo de ello es la copla que cantaba Maurizia Aldeiturriaga cantaba y que el grupo Kortatu popularizó al incluirla como introducción en una de sus canciones: “Gizonak behar badau bere deskantsue, Andrea hartu deiala zarra ta antzue, Andrea hartzen badu gazte umetsue, Faltako jako beretzat prentsue. Aire!!”
Florencio Zarraga, un bertsolari y panderetero que creció y vivió en un caserío de Larrañazubi (Getxo), fue descalificado en un campeonato de bertsolaris de Bizkaia por realizar su actuación acompañado de la pandereta.