A los 16 años, tras la muerte del txistulari municipal de Begoña, el bergarés Martin Elola, decidió opositar a su plaza. Sin embargo, con solo 8 días para el examen, estalló la Guerra Civil y se suspendieron todas las actividades.

A los 18 años, fue apresado por las fuerzas nacionales y enviado al frente, donde combatió en la batalla del Ebro en Cataluña. Regresó a casa en 1944, habiendo perdido gran parte de su habilidad con el txistu. Decidió entonces montar un pequeño taller de armería junto a su casa para ganarse la vida.

Durante esta época, y ante la falta de un maestro de danzas, fue solicitado por los jóvenes del pueblo para que les enseñara la dantzari dantza y las erregelak. Esto llevó a la creación del grupo de danzas San Lorenzo de Berriz en 1952, un grupo que sigue vigente hoy en día.

Comenzó a ejercer como txistulari de plaza en Zaldibar, oficio que desempeñó durante 40 años. No obstante, su txistu también estuvo presente en todos los alardes del Duranguesado.

En 1973, tras el fallecimiento del txistulari municipal de Berriz, Serafín Amezua, asumió su plaza. Así, tomó el relevo de una de las sagas de txistularis más conocidas de Bizkaia, los “Patxiku”, “Patxiko” o “Patxikotarrak”, que desde el siglo XVIII se encargaron de preservar la dantzari dantza y las erregelak de Berriz. Continuó combinando su labor como txistulari municipal con la de maestro de danzas del grupo San Lorenzo, transmitiendo siempre lo aprendido de su padre.

En reconocimiento a su trayectoria, la Asociación de Txistularis de Euskal Herria le otorgó la medalla de oro el 2 de junio de 1996.

Falleció el 20 de junio de 1996 en Berriz. Sus hijos, Jon y Germán, también txistularis, continuaron con la labor de transmisión de las danzas de Berriz emprendida por él.