La dulzaina es un instrumento de doble lengüeta de la familia de los aerófonos, que algunos estudiosos consideran de origen pastoril y que ha sido utilizado en nuestra geografía desde tiempos inmemoriales. La primera referencia escrita al término «dulzaina» en Bizkaia data de 1741, en la localidad de Arretxinaga, donde se menciona un pago a Manuel Bustrin “por su salario de tanbolitero y dulzana”. Antes de esa fecha, abundan las referencias bajo el término “gaita”, aunque no queda claro si se refiere a la dulzaina u otro tipo de instrumento, ya que en diferentes regiones el nombre «gaita» se ha empleado indistintamente para designar instrumentos de doble lengüeta con y sin fuelle, flautas de pico, albogues o zanfoñas.

Romería de principios del siglo XX en la feria de San Blas (Abadiño), donde se aprecían los diferentes corros alrededor de los músicos y el gramófono – Fotografía: Indalecio Ojanguren (www.guregipuzkoa.eus)

Para aclarar, las características del instrumento al que nos referimos incluyen un tubo cónico irregular (más cónico en la parte inferior), con 8 agujeros (7 en la parte delantera y 1 en la parte superior trasera) fabricado en madera o metal. En el extremo estrecho se conecta una boquilla de lengüeta doble de caña, que es la que genera el sonido. Es decir, a diferencia del “xirolarru”, la dulzaina no tiene una bolsa para acumular aire ni llaves que tapen los agujeros.

Actualmente, existe cierto debate sobre la forma correcta de denominar este instrumento, lo que ha generado confusión entre los términos «dulzaina» y «gaita». Por ejemplo, el Padre Hilario Olazaran de Estella, en su tratado sobre txistu y gaita, afirmaba: “…nos inclinamos a llamarlo gaita, porque consta que así se ha llamado en Navarra por lo menos desde el año 1805. En Estella no le hemos llamado nunca dulzaina…”. Sin embargo, otros estudios sostienen que en Bizkaia y Gipuzkoa la denominación de dulzaineros cambió a gaiteros, en un intento por seguir la estela de los intérpretes navarros, quienes gozaban de gran prestigio como músicos. De hecho, como curiosidad, el bediatarra Juan Aiesta llamaba al instrumento “dultziña”, pero a él le conocían como “Juan Gaiteru”.

A principios del siglo XX, varios dulzaineros mantenían viva la tradición de la dulzaina, normalmente acompañada por un tambor (y en algunos casos por una pandereta). En Bizkaia, la dulzaina se escuchaba en las romerías de pueblos y barrios. A estas romerías acudían muchos músicos, lo que obligaba a los dulzaineros a competir para atraer al mayor número de personas a su corro y así ganar más dinero. En esa época, se cobraba una perra chica (cinco céntimos de peseta) por cada actuación, pagada por el chico de cada pareja que participaba en el baile. Con la llegada del acordeón y posteriormente del gramófono, la presencia de la dulzaina en Bizkaia quedó relegada a un segundo plano, limitándose a zonas rurales.

Afortunadamente, la situación ha cambiado y hoy en día la presencia de gaiteros y dulzaineros en las fiestas de nuestros pueblos es habitual y numerosa.

En Bizkaia, la dulzaina se asocia a la versión de metal que comenzó a utilizarse a finales del siglo XIX en Gipuzkoa y Bizkaia. Juan Pradere (1844-1908), vecino de Durango y calderero de oficio, fue quien ideó esta nueva versión metálica de la dulzaina, generalizando su uso durante el siglo XX y reduciendo así el empleo de la dulzaina de madera que se había utilizado hasta entonces en toda esa zona.

JUAN AYESTA

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