Considerado durante años un instrumento pastoril, la realidad es que la mayoría de los pocos albokaris tradicionales que quedaban en el siglo XX eran agricultores de la zona montañosa del Gorbeia, Aizkorri y Urbasa.

Una de las características principales de la alboka es el método de insuflación continua utilizado para tocar, mediante la técnica de respiración circular (coge aire por la nariz mientras lo echa por la boca), consiguiendo respirar sin dejar de tocar.

Albokaris en Zeanuri (Bizkaia), a principios del siglo XX. – Fotografía: Indalecio Ojanguren (www.guregipuzkoa.eus)

Instrumentos aerófonos similares a la alboka son las albogues, aunque no comparten las mismas características. Algunos estudiosos sugieren que el origen del nombre de ambos proviene del árabe «al-buk», que significa trompeta; otros, sin embargo, argumentan que el nombre de la alboka tiene un origen diferente y no relacionado con las albogues.

Tradicionalmente, la alboka se construía con cuerno de bovino, una base o yugo de madera y dos cañas con cinco y tres agujeros. Hoy en día, se fabrican también de plástico o incluso íntegramente de madera. Las fitas, la parte de la alboka que genera el sonido por vibración, son clave para su sonido. Como curiosidad, el albokari León Bilbao solía introducir un pelo de su pecho en las fitas hechas de caña para aumentar la vibración. Según cuenta Ibon Koteron, cuando aprendían con León a tocar la alboka en su casa, en broma decían que ya sabían por qué el origen de la alboka era africano: porque se utilizaba «pelo de león» para que sonara.

La primera referencia escrita de la alboka data de 1443 en Mondragón, aunque sus orígenes se pierden en el tiempo. Las primeras grabaciones de alboka fueron realizadas en 1913 por el antropólogo austriaco Rudolf Trebitsch al albokari de Igorre Anbrosio Gorostiaga “Anbros”. La primera referencia escrita de la alboka data de 1443 en Mondragón, aunque sus orígenes se pierden en el tiempo. Las primeras grabaciones de alboka fueron realizadas en 1913 por el antropólogo austriaco Rudolf Trebitsch al albokari de Igorre Anbrosio Gorostiaga “Anbros”.

José Luis Bengoa Zubizarreta, Miguel Ángel Astiz y José Mariano Barrenetxea fueron algunos de los principales responsables de que la alboka no cayera en el olvido. De hecho, aunque en los años 70 no se contabilizaban más de 40 albokaris en toda Euskal Herria, hoy en día la alboka goza de una gran salud, habiendo pasado de un ámbito rural a uno urbano. Un ejemplo de ello es la labor realizada por el grupo Exkixu, que en los años 90 demostró que la alboka podía integrarse en una banda de rock, siendo incluso protagonista en los dos discos que publicó la banda.

Según una leyenda de Arratia, un albokari apostó que recorrería la calle más larga de París en mula, tocando la alboka sin interrupciones. Este suceso dio origen a una de las coplas de alboka más conocidas: «Artolak dauko famia, beria dauela mundu guztiko jendia, Goizean Parisen, gauean Parisen Parisko kalia luzea, Hauxe kalea pasau ezkero, atzeko mandoa neuria”. (Artola tiene fama de ser dueño de toda la gente del mundo; desde la mañana hasta la noche en Paris, en la calle más larga de Paris, si paso esta calle [tocando sin parar], el burro de atrás será para mí).

J. MARIANO
BARRENETXEA

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LEON BILBAO

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SILBESTRE ELEZKANO “TXILIBRIN”

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